miércoles, 15 de diciembre de 2010

de hoy y de ayer.



aún recuerdo cuando sonaba el teléfono, y al descolgarlo tu voz temblorosa me contaba casi llegando al éxtasis, todo lo que habías hecho ese día; con todo tipo de detalles. Acto seguido, te entraban las dudas, y me preguntabas con la voz entrecortada si habías actuado bien. Yo, te respondía y en ese instante te bastaba lo que yo dijese. Creías en mí, confiabas en la persona que había al otro lado del teléfono. Estábamos lejos; pero la distancia nunca fue impedimento para nuestra amistad. Tampoco importo que yo fuese una niña y tu un niño. Nuestra amistad era tan pura que nunca nadie malinterpretó las cosas, nadie busco algo más y realmente había algo más. Algo tan fuerte, al menos para mí, algo llamado amistad. Pasó el tiempo, te viniste a vivir a tan solo cuatro paradas de metro. Tardes juntos, meriendas en mi casa, paseos por Madrid.

Y de pronto, se acabó. No se exactamente que ocurrió, solo se que tras esa noche tu mirada nunca volvió a ser la misma. La complicidad se escapó, la confianza se te olvidó. Aún recuerdo tu mirada aquella tarde. Tú caminando, delante de toda la gente. Yo entre el bullicio, nerviosa; deseando ver una mirada que me calmara, que me apoyara. Después de lo vivido la noche anterior, solo deseaba mirarte a la cara y ver que todo seguía igual. No fue así. Ni en mis peores pesadillas hubiese soñado con esa mirada. Vacía.

Lágrimas, así fue mi semana. Solo recuerdo eso, llantos y más llantos. Cada vez que te veía, pero a tí eso no te debía importar. Cuando la semana se acababa, hablamos. No como a mí me hubiera gustado, no eramos tu y yo. "No te creo". Tres palabras que se clavaron como hierro ardiendo en mi corazón. Te miraba, sin creer lo que veía. Indiferencia.

¿Se te había olvidado? ¿Cómo? ¿Cinco días son suficientes para olvidar toda nuestra amistad?

Volvimos a Madrid, al menos en ese momento si que eramos tú y yo, sin nadie más. Me hablabas, te reías, como si nada hubiera pasado, como si fuese cualquiera. Conversaciones banales, risas sin gracia...

Todo cambió, y no ha vuelto. Probablemente, no vuelva más. Tú dejaste de ser esa persona que me comprendía, que me escuchaba y que guardaba cada uno de mis secretos. Yo dejé de ser tu confesora, tu ayuda, tu consejera...


Pero dime: realmente, ¿lo has olvidado?

1 comentario:

  1. Holaaa!:).Soy una chica de Sevilla y he de decirte que me encanta tu blog. La verdad es que lo encontré por casualidad buscando por internet. Empecé a leer algunas de las cosas que escribes y me gustaron un montón ^^. Que sepas que aquí tienes una seguidora =]

    ResponderEliminar